Por : Fernando Chuquipiunta Machaca
Acaba de aparecer el Nº 24 de la revista Sieteculebras bajo la dirección del escritor Mario Guevara Paredes, desde el Cusco llega las nutridas opiniones de interesantes textos de la lectura. Es decir, Sieteculebras se ha convertido en una tribuna de confrontación, sobre todo de quienes tratan la cuestión literaria de provincias.
Escriben en esta edición: Feliciano Padilla, Luis Antonio Quelopana, Clary Loisel, Alejandro Varderi, Ana María Falcón, Adriana Churampi Ramírez, Rafael Ojeda, Cronwell Jara, Mario Wong, Tomás Escajadillo, Cecilia Granadino, Miguel Paz Varias, Patricia Saucedo Segani, Luis Beiro, Martín Zúniga, Mario Guevara. Contiene una sección de crítica literaria. Sieteculebras, una Revista Andina de Cultura, es un permanente ejemplo de fe y esperanza en la literatura peruana con identidad. No sólo promueve a nuevos escritores, sino sobre todo a la crítica literaria. No cabe duda que ha empezado a valorarse al poeta de Hora Cero, Juan Ramírez Ruiz. Así también confirma que tenemos una ancestral vocación necrofílica de la literatura.
Acaba de aparecer el Nº 24 de la revista Sieteculebras bajo la dirección del escritor Mario Guevara Paredes, desde el Cusco llega las nutridas opiniones de interesantes textos de la lectura. Es decir, Sieteculebras se ha convertido en una tribuna de confrontación, sobre todo de quienes tratan la cuestión literaria de provincias.
Escriben en esta edición: Feliciano Padilla, Luis Antonio Quelopana, Clary Loisel, Alejandro Varderi, Ana María Falcón, Adriana Churampi Ramírez, Rafael Ojeda, Cronwell Jara, Mario Wong, Tomás Escajadillo, Cecilia Granadino, Miguel Paz Varias, Patricia Saucedo Segani, Luis Beiro, Martín Zúniga, Mario Guevara. Contiene una sección de crítica literaria. Sieteculebras, una Revista Andina de Cultura, es un permanente ejemplo de fe y esperanza en la literatura peruana con identidad. No sólo promueve a nuevos escritores, sino sobre todo a la crítica literaria. No cabe duda que ha empezado a valorarse al poeta de Hora Cero, Juan Ramírez Ruiz. Así también confirma que tenemos una ancestral vocación necrofílica de la literatura.
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