21 jun 2010

Murió José Saramago

 Tras más de una década de alejamiento de Portugal, José Saramago vivía una nueva pasión otoñal con el país que le vio nacer, adornada de homenajes y reconocimientos e inmune a la polémica religiosa y política que rodeó sus obras.

El autor contemporáneo más universal de las letras lusas, fallecido hoy, nunca dejó indiferentes a sus compatriotas, entre los que era fácil detectar dos actitudes contrapuestas, la aversión o la admiración, aunque siempre mezcladas con el reconocimiento de que no había otro escritor portugués vivo con mayor proyección mundial.
Solo sus críticos solían decir que Saramago era menos apreciado en su propio país que en la vecina España, donde se refugió desencantado por la censura de la que se sintió víctima en los años noventa.
Pero hasta sus más cercanos admiradores reconocían que al otro lado de la frontera lusa era, en cualquier caso, mucho menos controvertido. Frente a la estela de polémica que dejaron su marcada militancia comunista y sus ácidos comentarios políticos, el Saramago anciano y dulcificado de la última década logró, como ningún otro, ser profeta en su tierra y estar por encima del bien y del mal que tanto retrató en sus novelas. Dos de sus libros de mayor carga religiosa, "El Evangelio según Jesucristo" (1991) y "Caín" (2009) marcan un antes y un después en la percepción portuguesa del irreverente novelista, que con la primera obra conmocionó al Portugal católico de la época y con la segunda apenas cosechó un ramillete de comentarios desdeñosos.
El largo desencuentro de Saramago con su país natal se desencadenó con las reacciones a la publicación del "Evangelio" un libro denostado por políticos e intelectuales católicos lusos y hasta por el Vaticano.
El autor se sintió censurado cuando la presentación de su obra a un premio europeo fue vetada desde el Gobierno conservador de la época, que presidía el hoy jefe de Estado portugués, Aníbal Cavaco Silva.
Pero casi dos décadas después ese mismo Portugal católico se conmovió poco con el irreverente "Caín" y las provocadoras declaraciones de su autor, que calificó al Dios de la Biblia de "mala persona y vengativo" y a las Sagradas Escrituras de "libro terrible y sombrío" y manual de "malas costumbres".

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